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Sanidad y salud

Los dos principales factores que intervienen en el estado de salud de las personas son las características genéticas y el estilo de vida. La mayor parte de las enfermedades tienen una base genética, pero el estilo de vida del individuo es el factor que determina que la patología se desarrolle en el transcurso de los años.  Dado que el ejercicio físico está relacionado con cambios positivos tanto en las personas sanas como enfermas, su práctica deberá ser alentada, promovida y facilitada por las personas e instituciones responsables como parte del tratamiento y como preventivo de las mismas.

Los estudios realizados desde la perspectiva funcionalista para entender por qué la gente se introduce en el mundo de la práctica deportiva nos indican que son las habilidades y características de la gente, la influencia de la familia y amigos, la existencia de oportunidades, experimentar éxito y divertirnos, es lo que nos incita a la práctica deportiva. Pero sin duda, el valor sobreañadido o asociado de la práctica deportiva con el de salud o buena forma física, como un bien u objetivo a perseguir, para afrontar mejor nuestro trabajo o actividad cotidiana, es lo que está en la base de la indicación o prescripción de ejercicio físico en personas sanas y con enfermedades crónicas y para combatir al envejecimiento.

Cada día más investigaciones redundan sobre los efectos beneficiosos del ejercicio en diferentes sistemas orgánicos, siendo, por tanto, fuente de salud y factor protector contra las enfermedades de la modernidad, especialmente las de tipo cardiovascular y como coadyudante al tratamiento farmacológico y no farmacológico de otras. La salud que perseguimos no sólo es la física, sino la salud mental, o la fortaleza para afrontar las situaciones difíciles, resistir la presión y sobreponerse a las dificultades. Esto se puede conseguir con un deporte bien prescrito y adecuadamente planificado.

El ejercicio es una de las formas más eficaces de combatir el proceso de envejecimiento, ya que promueve la longevidad física y cognitiva. La actividad física regular ayuda a mantener la masa muscular, la densidad ósea y la flexibilidad de las articulaciones, lo que reduce el riesgo de fragilidad y enfermedades relacionadas con la edad, como la osteoporosis y la artritis. El ejercicio cardiovascular favorece la salud del corazón y la circulación, mientras que el entrenamiento de fuerza mejora el metabolismo y previene la sarcopenia, la pérdida natural de músculo con la edad. Además, se ha demostrado que el ejercicio estimula la función cerebral, mejora la memoria, reduce el riesgo de enfermedades neurodegenerativas y mejora el estado de ánimo mediante la liberación de endorfinas. Al incorporar el movimiento constante a nuestra vida diaria, como un hábito, las personas pueden ralentizar significativamente el proceso de envejecimiento, lo que conduce a un estilo de vida más saludable, vibrante e independiente.

Es por esto que el concepto de prescripción de ejercicio ha empezado a primar, sobre todo en el ámbito médico, como un proceso por el cual a una persona, sana o enferma, se le recomienda un régimen de actividad física individualizado y adecuado a sus necesidades, a diferencia del concepto clásico de prescribir o recetar un fármaco, un tratamiento o un procedimiento.