La Exposición
Dentro de las iniciativas de conmemoración del 50 aniversario del Centro de Cálculo se encuentra la inauguración de una exposición permanente compuesta por obras producidas por los artistas que trabajaron en los primeros años del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid.
En el Pabellón de Gobierno de la Universidad Complutense quedarán instaladas esas obras de forma permanente. Durante unas semanas habrá, además, otras obras temporales que complementarán las permanentes, así como otras instalaciones.
Aramis López es el Comisario de la exposición.
En 1965 se inició el proceso de tener una supercomputadora en España, como en el resto de Europa, había dos posibles vías para ello: construir una con los recursos propios de cada estado; o comprar una máquina a una de las grandes compañías internacionales, IBM, General Electric, Siemens, Olivetti o Bull.
Eran las primeras décadas de la utilización generalizada de grandes ordenadores, las administraciones estatales, grandes compañías, universidades o centros de investigación eran los destinatarios de estas computadoras. Circunstancias de índole muy diverso llevaron a que en España la primera supercomputadora perteneciese a la Universidad de Madrid, y que esta no pudiera ser utilizada para tareas administrativas o de gestión, sino exclusivamente para investigación, y más aún, que fuera utilizada en campos a priori no habituales como fueron la arquitectura, la música, la medicina, la didáctica, la lingüística o el arte; esta experiencia del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid supuso un hito en la creatividad en la España de la segunda mitad del siglo XX, cambió el paradigma de muchos intelectuales y creadores que dieron un salto cualitativo importantísimo y se situaron en la vanguardia internacional con propuestas muy novedosas. La excelencia de lo que sucedió en el Centro de Cálculo no hay que atribuirla a la máquina que fue una excusa maravillosa, sino al grupo humano formado por una parte por los gestores, analistas, programadores, administrativos o becarios, y también al acierto de haber abierto las puertas a la participación, a través de los Seminarios o de los proyectos de investigación, a un gran número de intelectuales y creadores que se sintieron parte del proyecto y que consiguieron enhebrar un haz de ideas novedosas por el ojo de una máquina.»